20.3.09

no entiendo -pero admiro- a las hormigas

Recordaré a Cabo Polonio como el primer lugar en que vi al sol salir por el mar.

Me desperté a las 6 am y caminé entre unas rocas. Vi la luna, la forma en que estaba iluminada de modo de adivinar cómo el sol la iluminaba y por ende pronosticar el punto exacto por el que éste saldría.

Suena nerd.

Otras cuatro viejas francesas se despertaron para sentarse catorce rocas más allá.

Estuve una hora ahí sentado, recordando que el amanecer es el momento más frío del día por ser el último momento en que el sol no calienta y en el que se siente todo el frío acumulado.

Es cansador. Todo lo que miro, excepto el arte contemporáneo, es como si no pudiera simplemente sentirlo. Por eso también es que me gustan tanto las canciones que me gustan, porque no (siempre) intento pensarlas.

Caminé diez kilómetros de playa, subimos unas dunas desde las que hice sandboard sin board.

Subimos al faro, observé las hormigas acarrear pedazos gigantes de hoja -que recordé triplicaban su peso a veces- sin entender porqué había que ir a buscarlas tan lejos si alrededor del camino habían hojas, según yo iguales.

Al anochecer busqué una manta de la pieza donde dormía, y me senté en la hue'á de Mitch Buchannon donde maté la botella de vino de Eli con Nadja.

Dormimos una noche más en Cabo Polonio y temprano -6 am de nuevo- tomamos la primera 4x4 que nos llevara a la carretera donde tomar algo a Punta del Diablo.



leen