19.3.09

Cabo Polonio

Me compré El Túnel de Sábato en el terminal de buses sabiendo que el terminal de buses no era el lugar más barato para comprarlo y creyendo que para las 5 horas de bus uruguayo lo mejor era un escritor sino uruguayo, argentino. Eran las 3 pm.

Nadja se quedó dormida luego (el sueño pudo más que Benedetti) y yo seguí leyendo el libro que me gustó. Tipo 7 empezó a anochecer y no entiendo porqué pero la oscuridad de la noche empezó a angustiarme tanto como la actitud de Castels (pintor protagonista del libro). Sus actos desesperados ante una mujer infame y mentirosa, y mis no-planes ni reservas en ningún lugar de Cabo Polonio, playa hippie uruguaya sin agua ni luz todo el día, a una hora de la frontera con Brasil.

Me acordé de mi Nati, me sentí tremendamente afortunado y luego pensé ¡qué tanto si es de noche!

Me termino el libro ayudado por esa luz de mierda de los buses y el bus se detiene. Son las 8:20 pm, nos bajamos, está completamente oscuro, Castels ya mató a María y se ven dos cosas. El cielo sin luna cargado de estrellas y una ventana iluminada.

Y entonces por descarte, caminamos hacia ella con el cuello doblado hacia arriba.

- El último 4x4 sale a las 21:00 -nos dice un chico que sacó la cabeza por la ventanita.

En esos 40 min de espera conocí a la primera persona en mi vida que no sabía quien era Diego Maradona. Una francesa de unos 60 años que mochileaba sola y que luego se subiría al 4x4 con nosotros.

- Maradona! no lo conoces???... Majadoná?

Cuando te bajas del bus en Polonio, por $1.200 chilenos puedes tomarte una especie de mini camión que te lleva en la parte de atrás, y afirmado a unos fierros, por dunas, riachuelos y una playa antes de llegar a Cabo Polonio.

Llegamos después de unos veinte minutos de feliz zangoloteo a un lugar donde repetimos el jueguito de la noche oscura y las ventanitas de luces.

Encontramos una pieza con dos camas y veinte pulgas por algunas lucas y salimos a buscar algo donde comer.

- Me dicen Eli.

Hace unos años ya que tengo la costumbre de preguntarle el nombre a quien me trae un plato de comida.

Eli atiende su local de pizzas y vinos de siete u ocho mesas, cada una con una vela no por decoración. Con la cocina a la vista, algunas ventanas de plástico y una simpatía que me hizo cuestionar el pa' qué soy tan pesado (a veces).

Nos trajo una deliciosa pizza de mozarella y tomate con aceitunas verdes bien ácidas y la botella Pissano que nos recomendó. Pienso en que es el mejor momento del viaje: pasar de la incertidumbre total en un bus mientras oscurece, a una conversación sonriente, queso derritiéndose y vino.

Hago el comentario de que Fredes y Bourdain habrían amado este lugar y tomo de la copa con vino 60% merlot, 40% tannat, cepa uruguaya.





leen