Termino de ver un capítulo de Stephen Hawking hablando del universo (encuentro que nunca ha sabido explicar muy bien todo lo que sabe) que no sabía que existía y me emociono con su conclusión final de que dios no es necesario para él.
No entendí porqué me emocioné, si es un tema que tengo medio cerrado y con el que me gusta bromear y ostentar.
El otro día iba caminando a almorzar con un loco que conocí, mega católico.
- Entonces eres súper católico Felippe -le digo. Sí, Felippe con dos p.
- Sí -me responde con su acento portugués.
- Ah. Yo soy súper ateo.
Y cinco segundos de silencio.
Ahora iba caminando en silencio también, a comer algo también, después de un día entero pajero.
Fui Donde Guido, un local peruano donde hacen el mejor sandwich que uno puede comer en Santiago, atendido por el mesero más apático que a uno lo puede atender en Santiago.
- ¿Dónde queda el otro local de ustedes?
- ¿Por qué?, ¿pasó algo?
- Está muy lleno, y no creo que tengas el sandwich de lomo saltado, cierto?
- Hoy no.
- Nunca lo tienen.
- No, sí lo tenemos.
Las seis veces que he ido los últimos 4 meses no ha habido. Y él mismo me había dicho la vez pasada que sí lo tenían en la carta del local en calle San Antonio. Así que caminé dos o tres cuadras más -increíble como dos calles más allá se pone más feo el barrio- y pedí el bendito lomo saltado.
Qué pedazo de sandwich. Pensé en el capítulo de Anthony Bourdain grabado que había visto en la tarde y fui feliz saboreándolo.
De vuelta al depto, por Lastarria vi a los típicos vendedores de arte callejero y unas fotos en blanco y negro me parecieron conocidas.
Una chica con cara de Nadja Laine (mi súper amiga de Finlandia) se me acercó y me dijo:
- Son fotos de Chiloé y Puerto Montt.
- Sí, me parecían conocidas... yo soy de Puerto Montt.
- Y éstas son del parque alerce...
- ... andino -la interrumpí y reparé en su cara de Nadja Laine.
- Puhutkö suomea? -le dije, porque se me había olvidado el "oletkö suomealainen?".
- Puhun! -me respondió. Y pegó un gritito de emoción.
Me dio vergüenza, así que no miré mucho alrededor. Tiré mis diez palabras en finés de siempre (las únicas que me sé).
- Es la primera vez en un año en Chile que un chileno me habla en finés.
No me creyó que supiera dónde quedaba Rovaniemi, y en el momento en que "inserte aquí: ¿cómo te llamas?" pensé si sabía preguntar eso en finés. No. Y no sé porqué no quise preguntárselo en español. Me parecía mucho flirteo. Onda, sí... Angelmó... Helsinki... vamos a tomar algo.
La miré bien a los ojos, se parecía caleta a mi Nadja, y le dije chao.
Me fui caminando y pensando en que debí ser menos autista y más argentino, cuando en eso alguien me dice "Pedro!"
Era Anahí, una muy buena amiga de Puerto Montt que no veía hace mucho. Iba en muletas, con una cita que me miraba con cara de culo por saludar tan afectuosamente y prolongado a su chica de la noche. Le di mi celular para que me llamara antes del martes que volvía al sur.
Anahí y pseudo-Nadja. Qué bueno que me vine por Lastarria y no por Merced.