De hecho desde hace varios años ya que era un millonario de los dulces. Se trata de otra broma, un poco más cierta. Cuando chico no tenía plata, la familia vivía con lo justo, bien, digno. Pero yo no tenía dinero para dulces, eso no. Fue entonces que se me grabó la imagen de un comercial de Chubi, en que una máquina dispensadora llenaba un vaso gigante con Chubis y más Chubis, multicolores.
Yo sabía que eso debía de salir muy caro y en secreto parece que lo deseé siempre.
Ya grande, egresado o por egresar de ingeniero, con pega top, fui a un kioskito y compré creo que 10 bolsas de Chubi, las abrí todas al mismo tiempo y me las devoré. Me faltó solamente el vaso gigante para sentir que había logrado ese sueño de chico. Tan sencillo pero tan importante.
Desde entonces siempre me sentí el millonario de los dulces. Con el sueldo que ganaba ni dudaba en comprarme todos los dulces del pasillo del supermercado si me daban ganas. Ahora que vivo solo y voy, suelo volver con la mitad de las bolsas llenas de tonteras.
No escatimaba en gastos digamos.
Comprar cosas más caras sí prefería detenerme a pensarlo. Hasta hace un par de semanas claro. Ahora puedo comprarme todos los dulces y además todas las piernas de jamón serrano del supermercado si quisiera.
Lo haría si me hubiera traumado por ver un comercial de jamones serrano en la tele cuando niño. Pero eso nunca me pasó.
